Santiago Marcos, "el asturiano"


Santiago además de ser la capital de Galicia es el hermano de mi abuelo. Un hombre de 84 años entrañable que siempre busca sacarte una sonrisa y que no para de hablar, desde tierras brasileñas, de su querida España.

Tuvo que marcharse de aquí cuando ya todos sabemos… cuando dos colores se volvieron enemigos y cubrieron el país de rojo, de rojo sangre. Cuando perdimos la cabeza y olvidamos escuchar al corazón. Cuando la violencia y la ira arrebató el raciocinio de la población.Y se fue a Brasil, con lo puesto y sin lo esencial. Despidiéndose de todos sus hermanos, de todos sus amigos, y de una tierra que no sabes lo que pesa en el alma hasta que no la tienes lejos.

Allí nacieron sus dos hijos, sus nietos y también sus bisnietos, y formaron unas raíces que ya eran difíciles de arrancar. Así que no le quedo otro remedio que anhelar, desde el otro lado del charco, el lugar que le vio nacer. Y tanto lo ha echado de menos que ha regresado todas las veces que le ha sido posible, hasta hoy, con todos los males que caracterizan a una persona de su edad, ha vuelto a subirse durante 10 horas a un avión. Y es mayor la alegría de volverlo a ver que la tristeza que ha dejado al marchar de nuevo.

Siempre lleva un pin colgado de su camiseta con la insignia de su tierra: la bandera de España. Tiene varios y los va cambiando de prenda, y nunca a nadie se le ocurrió llamarle fascista. No entendería el porqué de tal acusación. Vete para vivirlo y vuelve para contarlo.

A veces no se acuerda de lo que comió ayer, pero te cuenta al detalle cientos de historietas de cuando vivió en Abres, o en Flix o en Escatron. Creo que alguno de sus hijos debería escribir un libro con todas ellas, porque al fin y al cabo, forman parte del recuerdo de nuestro país.

Yo, si él me lo permite, me he adueñado de una. De ese cura al que iban a fusilar y le dedicó sus últimas palabras: “Haz el bien, y no mires a quién”. Se la he robado y me la he guardado. Aunque no prometo saber seguirla al pie de la letra.

Hoy se ha marchado de mi casa y no sé cuando lo volveré a ver. Quería agradecerle su grata compañía y su buen carácter, y quería que supiera que no se me va a olvidar: si algún día me casó, tendrá allí con todo mi cariño su invitación de boda.



A Santiago y Beatriz, porque os quiero mucho a pesar de la lejanía.