Dicen que las mejores palabras surgen cuando uno está sumido
en la tristeza, quizá por eso de qué es una buena forma de expresarte sin la
necesidad de hablar. Dicen, y yo lo corroboro.
Cuando la noche te atrapa y ves tan lejano que vuelva a brillar el sol. Cuando el sueño no llega y tu mente no ve nada positivo. Es entonces, cuando comienzas a escribir con una lágrima en la mejilla, y terminas el texto en medio de un sollozo.
A veces, no hay motivo aparente para tu desdicha, no tiene
porque haberte pasado nada. Pero te encuentras ahí, solo, en medio de unos pensamientos
que te han elegido a ti, y tu mente necesita liberarse. Todos necesitamos estar
tristes alguna vez, la sonrisa renace con mayor fuerza.
Por controversias de la vida (gracias a ellas tiene sentido),
cuanto más feliz estas, más miedo sientes. Es difícil encontrar el término
medio. Con esto me refiero a lo que una madre siente por su hijo, su mayor
alegría, y su mayor sufrimiento, ella no quiere que le pase nunca nada. O lo
que cualquier persona sufre por otra a la que ame de verdad. Cuando no tienes
nada que perder, nada te importa.
Y por eso se lo que es llorar de alegría. Porque esas lágrimas
surgen cuando tienes miedo a que se acabe. A perder lo que sabes, andabas buscando. Y entonces te pones a escribir, sobre cualquier cosa, cualquiera menos en la que estas pensando. Lo que no se cuenta, parece que no ha sucedido.
Pero siempre, todos los días, vuelve a brillar el sol. Y con él todos los fantasmas desaparecen, porque gracias a ello, podemos seguir estando vivos.
Pero siempre, todos los días, vuelve a brillar el sol. Y con él todos los fantasmas desaparecen, porque gracias a ello, podemos seguir estando vivos.