Joven intrépida rescata a hombre en llamas




Ella nunca pensó que alguien la mirara. Pasaba sus días escondida bajo la luz del sol, al alcance de todos, en la vista de nadie. Caminaba rápido. Sin dar tregua a los ojos para componer su silueta.


En esencia era una joven normal, en profundidad lo era todavía más. Tenía ese no sé qué para pasar desapercibida, nació con ese velo invisible sobre la cabeza que te hace insípida a primera vista. Y a segunda también. Porque pasaron 20 de sus 19 años y 3 meses, sin estar en la boca de nadie. Ni siquiera esos 9 restantes en la tripa de su madre dio mucho que hablar.

Y no le importaba demasiado. Se había acostumbrado, o directamente no había tenido que hacerlo. No conocía otra cosa.

No solía hablar más de la cuenta, le bastaba con una decena de frases útiles para sobrevivir: “¿Cuánto es?”, “¿Me pone una docena de huevos?”, “me ha pisado”, “no pasa nada, yo tampoco lo había visto a usted”. 

A falta de usar la palabra agudizó su vista. Si tú ves, ella miraba. Si tú miras, ella observaba.

Y por eso lo vio. Allí. En medio de una multitud de gente que formaban un semicírculo alejado del centro, donde estaba él. Todavía no comprende muy bien porque gritaban. Ellos no estaban envueltos en llamas.

No le dio tiempo de pensar cuando sus piernas ya estaban corriendo. Cuál felino. Corrió tanto que en ese momento cualquier atleta de élite hubiese quedado por detrás. Porque lo vio solo. Porque ella también lo estaba.

Y lo tiró al suelo y le hizo rodar. Y se quitó el abrigo y lo pudo apagar. Seguía vivo.

Enseguida escuchó el bullicio de la gente más cerca. Así que se marchó. Cómo si volviese de su clase de piano. Como si no acabase de salvar la vida a nadie.

Todo cambió. En los días siguientes el centro era ella. A su paso se formaban esos mismos corrillos. Y se podía intuir su nombre colándose por el hueco de los bolsos. No tuvo tiempo de hacerse a la idea de lo qué es la fama.

Hubo todavía más siguientes días en los que sucedió esto. En los que la seguían mirando sin decirle nada, cuchicheando. Solo una mujer se atrevió a gritarle: ¡No sé cómo te atreviste! ¡Desvergonzada!

Bajo la cabeza y se echó a correr, como aquel día, con todas sus fuerzas. Porque no entendía nada, porque todos la miraban, porque le habían gritado, ¿por qué solo se atrevió ella?

No lloró. Por un momento sintió curiosidad acerca de ese hombre, acerca de esa persona a la cual había salvado pero no estaba ahí ahora para salvarle a ella. E inconscientemente se puso a buscar en Internet. Palabras clave: hombre, fuego, La Línea, salvado. Y allí estaba, una noticia de seiscientas cuarenta y cinco palabras que no coincidían en absoluto con el titular que tenía en mente: “Joven intrépida rescata a hombre en llamas”. En el periódico narraban como una mujer, acompañada de adjetivos como “atrevida e insensata”, irrumpía en una actuación callejera. A la vista de todos. Porque “según comentaban en el barrio” había sufrido un ataque de celos.

Decían las malas lenguas que ella no tenía mucho que perder, y así era. Habían perdido mucho más ellos que no la quisieron conocer. Ahora, tu eliges lo que crees.

Para Mª Jesús. 

INTRÉPIDA
Que no teme en los peligros.


Que obra o habla sin reflexión.