¿Ámsterdam? Sí, Ámsterdam.

Amsterdamer son bicis. Para la izquierda, para la derecha, ¡cuida! Y de frente. No es necesario tener los ojos abiertos para intuirlas, llegas a aborrecer el sonido de los timbres… ¡Y cuánto lo echas de menos cuando te vas! Yo me tuve que traer uno para sobrellevar la nostalgia…

Es una ciudad ideal, totalmente ligado este comentario a mi subjetividad. Está llena de agua, y a mí, me encantan los sitios con agua. Dicen que es vida, por algo será. No sé, los canales le dan un encanto que veo difícil que transmita una larga manzana llena de rascacielos. Sin molestar a nadie.

A lo mejor también por eso la veo una ciudad cristalina. Todos sabemos qué se esconde detrás de los escaparates del Barrio Rojo. Y dentro de los Coffe Shop. Aquí los pecados no están prohibidos. Mucha gente llega hasta aquí solo por esto. Estoy segura que John Lenon todavía no había visitado Ámsterdam cuando se le ocurrió su famosa frase “Nos escondemos para hacer el amor mientras la violencia es practicada a plena luz del día”, hubiera puntualizado la excepción. Y ya que estamos, aprovecho para recordar: ¡No a la violencia! ¡Ni aquí, ni en ninguna parte!


Risa me dio cuando al llegar a Zaragoza vi estos carteles colgados por todas partes. ¿Nos toman por tontos? La respuesta es obvia. Nos queda mucho por aprender sobre la convivencia en la calzada. He visto con mis propios ojos que bicicletas, tranvía, peatones, autobuses, motos y coches, son capaz de sincronizarse. Y creo, que aquí falta unión entre la ciudadanía. ¿Lo intentamos, o qué?