A los que insultan, porque sí


Nos castigan desde pequeños encerrándonos durante seis horas en un aula sin elegir con quién. Puedes tener buena suerte, o no.

Casi todos nosotros guardamos uno o varios amigos de esos tiempos remotos, el resto de personas que conociste allí suelen quedar en el camino.

Y es que, lejos de la inocencia que dicen que tiene un niño, dentro de esas cuatro paredes pueden ocurrir cosas horrorosas. Cosas que algunos olvidan y que a otros marcan de por vida.

Antes no lo llamaban “bullying”, pero aun sin denominación específica existía igual. Sin ser directamente acosadores todos hemos sido cómplices, cómplices de un maltrato psicológico que discrimina a las personas por ser como son. Y esa gente que se creía tan guay y se veía con la capacidad de despreciar a los demás merece mi más merecido rechazo.

El problema es que esos que insultan son niños listos, que bien saben poner cara de bueno delante de un mayor cuando son acusados. Y les suelen creen. Qué pena. Porque crecen y se convierten en lo que es la escoria del mundo, aunque ellos nunca lo reconocerán. Yo os lo digo bien claro, sois la escoria, no sois guays.

Siempre fui una defensora de las causas perdidas y me encantaría que cada uno tuviera lo que se mereciera. Como sé que esto no es así, solo puedo aportar mi pequeño grano de arena y decirles a todos esos niños, adolescentes o ya entrados en años que creáis en vosotros mismos, porque si abrís la ventana y asomáis la cabeza fuera de esas cuatro paredes, veréis como el resto del mundo los detesta. Os merecéis salir a la calle con la cabeza bien alta, porque estoy segura de que si se meten con vosotros, es porque tenéis algo que ellos desearían que fuese suyo.

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