Eso a lo que llaman "amor"

Dicen que el tiempo hace que todo cambie. En España se dejó de trabajar más de 15 horas al día gracias a unos revolucionarios allá por el año 1919. Parece lejano, pero lo vivieron nuestros bisabuelos. Tuvieron que pasar 12 años más, es decir en 1931, para que una mujer pudiera ejercer su derecho al voto. Esto, lo vivieron nuestras abuelas. Y hasta el año 1995, anteayer, dos personas del mismo sexo no podían contraer matrimonio, esto, lo hemos vivido todos nosotros.
La mayoría de las cosas, aunque a veces lentamente, evolucionan. También el amor.

Todo comienza por una atracción. Hay algo en esa persona que la hace más especial que al resto. Será su mirada o su forma de andar, da igual, pero te parece diferente y lo más importante es que te hace sentir que tú también lo eres. Y es en esta fase, cuando sentimos esas llamadas mariposas en el estómago o las innumerables maneras que tengan de manifestarse en cada uno.
Y así, sin darte cuenta, esa persona se cuela demasiadas veces al día en tu cabeza. Y después de en tu cabeza, en tu vida.
Pero esto es solo un tiempo. Un día, esas mariposas, porque ellas también deben seguir su camino, echan a volar. Y supongo que lo harán hasta que encuentren una nueva tripita en la que alojarse, pero se rumorea que antes han dejado unas semillas dentro. Ahora ya está en nuestra mano si las queremos hacer crecer. Pongamos que nos atrevemos y las regamos todos los días: la relación comienza a florecer.
Entonces, aparece un sentimiento que percibimos extraño. Es deseo mezclado con miedo. Tienes tantas ganas de verle como pánico a perderle. En este momento solo los valientes deciden seguir adelante.
Y como dice Sabina, “la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido…”, y los hay, que se dejan llevar.
Comienzan las aventuras, los viajes, las noches que se hacen cortas, las cenas bebiendo vino que se alargan hablando del pasado. Los nervios de ese primer café sentados en la misma mesa que su familia. Y de repente se te escapa un te quiero, y cuando te preguntan por él, ya no te sale decir que es tan solo tu amigo.
Un día, entre cerveza y cerveza, te cuenta una historia que ya habías escuchado antes, y esto, inevitablemente, se vuelve a repetir en muchas más ocasiones. Ya os conocéis. Tenéis un bar habitual, os habéis puesto un mote, y hace tiempo que os ponéis de acuerdo para pedir las vacaciones en el trabajo. Y volviendo a Sabina “las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan, se marchitan cuando las toca la sucia rutina.”
Siempre, igual que no es no y si es solamente si, llega un momento en que no hay nada más que contar. Ya conoces absolutamente todas sus vivencias, sus vaqueros preferidos y si prefiere un cortado o un solo con hielo. Y lo que un día llamó nuestra atención deja de resultarnos tan interesante. ¿Por qué? Porque ya lo sabemos. Aquí comienza, lo que yo denomino, el amor puro.
El seguir escuchándole, el seguir mirándole a los ojos y ver que los tuyos brillan en el reflejo de los suyos. Seguir recorriendo las calles de la mano y sacar aunque sea media hora al día para buscar su sonrisa. Y encontrarla, después de un largo día de trabajo tumbada en el sofá pero con ella puesta.
Y esto parece que es amar, el que nos siga haciendo gracia su primera borrachera una y otra vez, porque amar supera los límites del querer. Lo sabe hasta un niño que una vez dibujo una boa comiéndose a un elefante, aunque muchos adultos aún sigan pensando que era un sombrero.

Comentarios